EL PAN DEL CIELO

A petición de nuestra hermana amada Angélica L.

14-04-2024

“Yo soy el pan de la vida. 

Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron.Este es el pan que desciende del cielo, para que quien coma de él no muera: Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que Yo daré por la vida del mundo es mi carne”. Juan 6:48-51BTX4ª 

 

Con estas palabras del mismo Yeshúa ha-Mashiaj se identifica el significado pleno del simbólico “pan celestial” que en la antigüedad del Éxodo YHVH dio a los israelitas mediante el “Maná” caído del cielo; y se nos da a conocer una gran verdad: “que la carne o cuerpo de Yeshúa simbolizado en el pan que se come nos da “vida para siempre”. Por eso de ahí que para considerar el tema central nos formulemos la  pregunta: “¿Quién debería realmente participar del pan y del vino cuando se realiza la verdadera “comunión”?... comenzaremos leyendo las palabras de Yeshúa en Juan 6:48-51 que se exponen arriba a modo de colofón y usamos la Biblia Textual Versión 4ª.

Una vez leídas queda bastante claro que vivir para siempre tenemos que comer del pan vivo que es la carne que Yeshúa el Cristo o Mesías da a favor del mundo.

 

Los judíos no entendieron esto:

 

Entonces Yeshúa les dijo: “De cierto, de cierto os digo: A menos que comáis la carne del Hijo del Hombre y bebáis su sangre, no tenéis vida en vosotros”.  (Juan 53 BTX4ª)

 

Entonces, no es solo su carne lo que debemos comer, sino también su sangre que debemos beber. De lo contrario, no tenemos vida en nosotros mismos. ¿Hace Yeshúa alguna excepción a esta regla para una clase de creyentes que no tiene que participar de su carne y sangre para salvación?

 

La respuesta es obvia y simple.

 

Otros dirán si que hizo una excepción pues indicó que aquello que instituyó en el memorial de su muerte o Cena del Señor era solo con sus discípulos que formaban un pacto para un reino, y los que no serían destinados al Reino no deberían comer el pan ni beber el vino. Aparentemente tiene lógica, sin embargo hay verdades que deberíamos antes entender. 1º, no debemos mezclar churras con merinas, es decir, incluir en el mismo contexto el comer el pan y beber el vino con el hecho de que los apóstoles fieles fueran los elegidos para el reino a fin de reinar sobre las 12 tribus de Israel. El Pacto era del Cristo con ellos, y el símbolo de comer el pan y beber el vino es un memorial de significado concreto para tener vida eterna.

 

Ahora, la mayoría de los discípulos de Yeshúa no entendieron y se sintieron ofendidos por sus palabras, pero sus 12 apóstoles se quedaron. Esto llevó a Yeshúa a hacer una pregunta de los 12.

 

Debido a esto, muchos de sus discípulos se fueron a las cosas de atrás, y ya no andaban con él.  Por eso Yeshúa dijo a los 12: “¿Queréis acaso iros también vosotros?” (Juan 6: 67BTX4ª)

 

La verdadera respuesta fue la de Simón Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tienes palabras de vida eterna,… ” (Juan 6:68 BTX4ª)

 

Esta es una distinción muy importante, porque significa que la salvación no proviene de estar en algún lugar o iglesia determinada, sino más bien de estar con alguien, es decir, con Yeshúa.

 

Si bien los apóstoles no entendieron el significado de sus palabras entonces, lo entendieron muy pronto cuando instituyó el memorial de su muerte usando los símbolos del pan y el vino para representar su carne y sangre. Al participar del pan y el vino, un creyente representa simbólicamente su aceptación del cuerpo y sangre que Yeshúa sacrificó por nosotros. Negarse a participar es rechazar lo que representan los símbolos y, por lo tanto, rechazar el regalo gratuito de la vida eterna.

 

En ninguna parte de las Escrituras Yeshúa habla de 2 esperanzas para los creyentes. En ninguna parte habla de una esperanza celestial para una pequeña minoría de creyentes y una esperanza terrenal para la gran mayoría de sus discípulos. Yeshúa solo menciona 2 resurrecciones pero no 2 esperanzas:

 

“No os maravilléis de esto, pues llega la hora en que todos los que yacen en los sepulcros oirán su voz, y los que hicieron lo bueno saldrán a resurrección de vida, pero los que practicaron lo malo a resurrección de juicio”. (Juan 5:28, 29 BTX4ª)

 

Evidentemente, la resurrección a la vida correspondería a los que comen de la carne y beben la sangre de Cristo, porque, como dijo el mismo Yeshúa, a menos que participemos de su carne y sangre, no tenemos vida en nosotros mismos. La otra resurrección, solo hay dos, es para aquellos que practicaron cosas viles. Obviamente, esa no es una esperanza que se está extendiendo a los creyentes de quienes se espera que practiquen las cosas buenas.

 

Ahora, algunos piensan radicalmente que los destinados a una vida celestial gobernarán sobre una multitud grandísima de “otras ovejas” que vivirán para siempre en la tierra, esto es una interpretación fallida de las palabras de Cristo. Esto es una grandísima mentira. En primer lugar porque falla ya en su contexto al explicar las palabras del Mesías al decir que “tenía otras ovejas”. El simplemente estaba hablando de otras ovejas que todavía tenían que venir al único redil del pastor. Este redil era “judío” era “Israel” no ninguna esperanza celestial. Y los creyentes que vendrían eran los gentiles que se unirían a un solo rebaño y redil de Israel. Nada indica en el contexto de 2 esperanzas la celestial y la terrenal.

 

Además en ninguna parte de la Biblia se describe a los creyentes como amigos del Elohím (Dios). Siempre se los describe como hijos de Dios (Benei Elohím). Heredan la vida eterna porque los hijos de Dios heredan de Su Padre, quien es la fuente de toda vida.

 

Con respecto a los 144.000, Apocalipsis 7:4 dice:

“Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de toda tribu de los hijos de Israel…”

 

¿Es este un número literal o simbólico? (ver tema 144.000 en esta misma web).

 

Si lo tomamos como literal, entonces estamos obligados a tomar cada uno de los 12 números que se utilizan para sumar este número también como literal. No puede haber un número literal que sea la suma total de un grupo de números simbólicos. Eso no tiene sentido. Aquí están los 12 números que suman a 144,000. Eso significa que de cada tribu de Israel debe salir un número exacto de 12.000. No 12.001 de una tribu y 11.999 de otra. Exactamente 12.000 de cada uno, si es que estamos hablando de un número literal. ¿Te parece lógico? De hecho, dado que la verdadera iglesia nazarena mesianística que incluye a los gentiles se denomina el Israel de Dios en Gálatas 6:16 y no hay tribus en la iglesia creyente, ¿cómo se van a extraer estos 12 números literales de 12 tribus literales que no existen?

 

En las Escrituras, el número 12 y sus múltiplos se refieren simbólicamente a un arreglo administrativo equilibrado y divinamente ordenado: 12 tribus, 24 divisiones sacerdotales, 12 apóstoles, etcétera. Ahora notemos que Yojanán no ve los 144.000. Solo escucha su número llamado.

 

Y oí el número de los sellados, ciento cuarenta y cuatro mil…” (Apo 7: 4 BTX4ª)

 

Sin embargo, cuando se vuelve a mirar, qué ve Yojanán?

 

“Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de toda nación y tribu, y pueblos y lenguas, que estaban en pie delante del trono y delante del Corderito, vestidos de ropas blancas, con palmas en sus manos.” (Apo7:9 BTX4ª)

 

Oye el número de los sellados como 144.000, pero ve una gran multitud que nadie puede contar. Esta es una prueba más de que el número de 144.000 es un símbolo de un gran grupo de personas en el arreglo administrativo equilibrado y divinamente ordenado. Ese sería el reino o gobierno de nuestro Señor. Estos son de todas las naciones, pueblos, lenguas y lugares, de todas las tribus. Es razonable entender que este grupo incluiría no solo a los gentiles, sino también a los judíos de las 13 tribus, incluida Leví, la tribu sacerdotal.

 

La frase: “La gran muchedumbre de otras ovejas” no existe en ninguna parte de la Biblia. Algunos  creen que esta gran muchedumbre no tiene la esperanza celestial, pero el texto bíblico dice que están representados de pie ante el trono y dando culto en el lugar santísimo, el santuario (en griego, naós) donde es la residencia divina. (Ver Apo 19:1)

 

“Por eso están delante  del trono de DIOS,  Y le sirven día y noche en su santuario;  Y el que está sentado en el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.” (Apo 7:15 BTX4ª)

 

Nuevamente, no hay nada en la Biblia que indique que las denominadas otras ovejas tienen una esperanza diferente. Basta decir que las otras ovejas se mencionan solo una vez en la Biblia en Juan 10:16. Como ya dijimos, allí, Yeshúa está diferenciando entre el rebaño o redil que era la nación judía a la que estaba hablando, y otras ovejas que no eran de la nación judía. Aquellos resultaron ser los gentiles que entrarían a formar parte de Israel en el rebaño de Dios 3 ½ años después de su muerte.

 

Es muy fácil crear una clase de clérigos y laicos con la interpretación de dos esperanzas, o dos rediles. La clase laica de “otras ovejas” debe obedecer todos los dictados y mandamientos emitidos por la clase sacerdotal, la clase ungida de la supuesta esperanza celestial. ¡El plan diabólico entra en acción nuevamente!

 

Si unos comen del pan y otros no, si unos beben y otros no entonces Satanás ha conseguido el “objetivo” desobedecer un mandato directo de Yeshúa-Mesías. Hacer que estos creyentes sinceros crean que no son dignos de participar. No se trata de ser digno. Ninguno de nosotros es digno. Se trata de ser obediente, y mucho más que eso, se trata de mostrar un verdadero aprecio por el don gratuito que se nos ofrece (la vida eterna). A medida que el pan y el vino se pasan de uno a otro en la reunión, es como si Dios estuviera diciendo: “Aquí, hijo mío o hija mía, es el regalo que te ofrezco de la vida eterna.  Come y bebe”. Y, sin embargo, “Gracias, pero no gracias. Esto no es para mí”. ¡Qué tragedia!

 

El clero presuntuoso en cualquiera de sus formas religiosas desde la “apostasía” y continuando hasta nuestros días ha inducido a millones de cristianos a mirar con desagrado el regalo que Dios realmente les está brindando. En parte, han hecho esto al aplicar mal 1 Corintios 11:27. Les encanta elegir un verso e ignorar el contexto.

“De manera que cualquiera que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor.” (1 Corintios 11:27 BTX4ª)

 

Esto no tiene nada que ver con recibir una invitación mística divina que le permita a uno comer y beber. El contexto de ese  pasaje de Corintios indica claramente que el apóstol Pablo estaba hablando de aquellos que tratan la cena del Señor como una oportunidad para comer en exceso y emborracharse, mientras no respetan a los hermanos pobres que también asisten.

 

Pero aun así, algunos podrían argumentar, ¿no nos dice Romanos 8:16 que debemos ser informados por Dios para participar?

 

Dice: “El Espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu que somos hijos de DIOS.” (Romanos 8:16 BTX4ª)

 

El contexto de Romanos no confirma la interpretación del clero actual. Por ejemplo, desde el primer versículo hasta el 11 de ese capítulo, Pablo contrasta la carne con el espíritu. Él nos da 2 opciones: ser guiados por la carne que resulta en muerte, o por el espíritu que resulta en vida. Ninguna de las otras ovejas querría pensar que están siendo guiadas por la carne, lo que les deja solo una opción, ser guiadas por el espíritu. Romanos 8:14 nos dice que “todos los que son conducidos por el espíritu de Dios, estos son los hijos de Dios”. Esto contradice completamente ciertas doctrinas que dicen de que las otras ovejas son solo amigos de Dios y no sus hijos, a menos que quieran admitir que las otras ovejas no son guiadas por el espíritu de Dios (Rúaj haElohím).

 

La Iglesia nazarena del Amor entiende que debemos como “hijos e hijas de Dios (Benei Elohím)” masticar el pan y beber del vino símbolos perfectos del cuerpo de Cristo y sangre que entra dentro de nuestro cuerpo para darnos vida eterna. Aceptamos que Yeshúa entre en nosotros, habite mediante Espíritu santo dentro de nuestro cuerpo y nos conduzca en el Aviamiento del mismo por Espíritu. 

 

Si rechazamos comer el pan y beber el vino, estaríamos negándonos a convertirnos en parte de la semilla de la mujer predicha en Genesis 3:15. Recuerde, Juan 1:12 nos dice que “a todos los que lo recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio potestad de llegar a ser hijos de DIOS ”A todos, dice Yojanán, no a solo a una clase clerical numérica determinada.

 

Pero alguien preguntará “¿Con qué frecuencia debemos conmemorar la muerte del Señor?”

 

Una conmemoración por lo general se realiza una vez al año, es como un aniversario especial. No hay nada de malo en conmemorarlo una vez al año en la fecha que entendemos que realmente ocurrió, aunque existe una gran controversia al respecto, debemos entender que los creyentes del primer siglo no se limitaron a una conmemoración anual. Los primeros escritos de la iglesia indican que el pan y el vino se compartían con regularidad en las reuniones de la Iglesia, que generalmente eran en forma de comidas en los hogares de los creyentes, la llamada iglesia-hogar. Las basílicas y otros templos o locales de reunión fuera del hogar fueron un invento de la iglesia apóstata universal que generalmente se llama “católica”.  Judas se refiere a estos como “fiestas de amor” en Judas 12. Cuando Pablo les dice a los corintios que “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; continuad haciendo esto en memoria de Mí todas las veces que la bebáis. Tan a menudo entonces como comáis este pan y bebáis la copa, continuáis proclamando la muerte del Señor hasta que venga. ”, no se refería a una celebración anual. (Cf. 1 Corintios 11:25, 26 BTX4ª)

 

La Didache, que es “la tradición oral preservada por la cual las iglesias en casas del siglo I hicieron que se detallara la transformación paso a paso mediante la cual los conversos gentiles debían prepararse para una completa participación activa en las iglesias”:

 

“Es difícil saber con precisión cómo respondieron los recién bautizados a su primera Eucaristía [Memorial]. Muchos, en el proceso de abrazar la forma de vida, crearon enemigos entre aquellos que los consideraban como si abandonaran descaradamente toda piedad: piedad a los dioses, a sus padres, a su “forma de vida” ancestral. Habiendo perdido padres y madres, hermanos y hermanas, casas y talleres, los recién bautizados fueron ahora abrazados por una nueva familia que restauró todo esto en abundancia. El acto de comer junto con su nueva familia por primera vez debió haberles causado una profunda impresión. Ahora, por fin, podían reconocer abiertamente a su verdadero “padre” entre los padres presentes y a su verdadera “madre” entre las madres presente. Debe haber sido como si toda su vida estuviera encaminada en esta dirección: la de encontrar hermanos y hermanas con quienes compartir todo, sin celos, sin competencia, con dulzura y verdad. El acto de comer juntos presagió el resto de sus vidas, porque aquí estaban los rostros de su verdadera familia compartiendo, en el nombre del Padre de todos (la hostia invisible), el vino y el pan que eran el anticipo de su futuro interminable juntos.”

 

Esto es lo que debería significar para nosotros la cena del Señor o Memorial de la muerte de Cristo. No un ritual seco, una vez al año, sino un verdadero compartir del Amor Nazareno, en realidad, una Fiesta de Amor como lo llama Judas.

Cuando una persona participa de la Santa Cena, asume una comunión con Dios y Su Hijo Cristo y alimenta su alma, su ser interior. Por este motivo, los hermanos y hermanas reunidos en Fiesta de Amor participamos de la Santa Cena del Señor para recibir el Espíritu de Dios y reciba la vida de Él en su alma. Al recibir esta vida, podrá disfrutar de la verdadera paz y alegría. Incluso, recibirá fuerzas y poder para vivir y vencer cualquier obstáculo que se presente ante usted.

Contribuido.

 

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