LAS CONSTELACIONES

LAS 13 CONSTELACIONES DE LA ELIPSE

Con la colaboración de nuestra hermana amada Angélica.

05-05-2024

 

Según diversas teorías, hay una constelación más en el firmamento que no estamos teniendo en cuenta en las constelaciones del ciclo a fin de contar los tiempos. ¿Es real?

Te respondemos a todas las preguntas que tienes, además de decirte a qué fechas correspondería.

 

El número de misterios que esconde la astronomía es infinito. Pero vamos a intentar dar un poco de luz a este asunto.

 

 

Ofiuco es una constelación existente en el firmamento. Es real. Está ubicada entre la de Escorpio y la de Sagitario, según ha confirmado la mismísima NASA. Es una más de las cientos que ya han sido descubiertas, pero con la diferencia de que esta sí se sitúa en la eclíptica. ¿Qué es esto? La línea que sigue el Sol en su movimiento aparente alrededor de la Tierra.

¿Quiénes inventaron las 12 constelaciones del Zodíaco?

Fueron los babilonios, quienes inventaron las 12 constelaciones del zodiaco hace 3000 años, pero decidieron dejar fuera a este 13ª constelación.

 

Las constelaciones son de diferentes tamaños y formas, por lo que el Sol pasa distintos períodos de tiempo en cada una. Por ejemplo, visto desde la Tierra, Virgo dura 45 días, mientras que Escorpio solo 7 días. Lo que hicieron en Babilonia, para hacer una combinación ordenada con el calendario de 12 meses, fue ignorar el hecho de que el Sol realmente se mueve a través de 13 constelaciones y no 12. Luego asignaron a cada una de esas 12 constelaciones la misma cantidad de tiempo”

 

 

Ofiuco y la mitología griega

En la mitología griega Ofiuco era hijo híbrido del dios Apolo con la mujer mortal Corónide. Éste hijo que tuvieron desarrolló mucha habilidad en la ciencia de la medicina. Los griegos lo llamaron Asclépio, y se decía que era capaz incluso de resucitar a los muertos. Muy ofendido por ello, Hades pidió a Zeus que lo matara por violar el orden natural de las cosas, a lo que Zeus accedió. Sin embargo, como homenaje a su valía, decidió situarlo en el cielo rodeado por la Serpiente, símbolo de la vida renovada.

 

Por último añadir lo que LA BIBLIA nos cuenta sobre 4 constelaciones.

A nosotros nos interesan los cálculos astronómico con posiciones reales, por eso hay que hablar de 13 constelaciones en la elíptica alrededor del  sol y no confundirse con los 12 signos del zodíaco.

 

Los astrólogos indican que durante las fechas de un signo zodiacal, el Sol está “en” la constelación correspondiente de un número de 12. Pero, hay 13 constelaciones principales en el cielo que el Sol visita con regularidad a lo largo de 1 año: Capricornio, Acuario, Piscis, Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, SagitarioOfiuco; esta última no tiene su signo zodiacal tradicional notemos que no estamos hablando de los signos astrológicos sino de las constelaciones astronómicas de la elipse.

 

En conjunto, las 13 constelaciones son llamadas las constelaciones de la eclíptica.

 

La eclíptica se refiere al plano imaginario que contiene la órbita de la Tierra alrededor del Sol. Nosotros desde la Tierra la observamos como la trayectoria del Sol en el cielo a lo largo del año. En el transcurso de 1 año, el Sol parece pasar regularmente enfrente de las constelaciones de dicha  eclíptica una por una y se repiten casi perfectamente.

 

Para Ofiuco, las fechas van del 30 de noviembre al 17 de diciembre (el inicio y final podrían variar en el día, dependiendo del año y de su zona horaria). Por lo tanto, si alguien nació a comienzos de diciembre, no le sorprenda que el sol esté “en” Ofiuco y no en la constelación de Sagitario.

 

Indicamos que la cuenta de los tiempos verdadera es la que se nos informa en el libro de Enoc. Dichos cálculos de tiempo se realizan mediante 13 constelaciones de la elipse alrededor del sol y es coincidente con el número de días anuales.

 

Hablando un poco de astronomía y de la mitología sobre la 13ª constelación debemos añadir:

 

 

 

Ophiuchus (el portador de la serpiente o Serpentario) ostenta el puesto 11º en extensión de las 88 constelaciones. Puede verse en ambos hemisferios entre los meses de abril a octubre por estar situada sobre el ecuador celeste. Su estrella más brillante es Ras Alhague o Rasalhague (α Ophiuchi) y es una estrella blanca que tiene una magnitud de 2,09 y se encuentra a 46,7 años luz. Los objetos astronómicos de mayor relevancia en la constelación son: los cúmulos globulares M9, M10, M12, M62 y M107; la galaxia remanente de una colisión NGC 6240; las nebulosas planetarias NGC 6369 y M2-9 «Nebulosa Mariposa»; y la nebulosa oscura LDN 1773 «Nebulosa Pipa». 

 

 

Otro de los simbolismos místicos atribuidos a las 13 constelaciones de la elipsis es que Los 12 Apóstoles representan a las 12 constelaciones y el Mesías representa el número de la 13° constelación de la elipsis precisamente es El que lucha con la serpiente y de pisa la cabeza.

 

En Gén 3: 15 Biblia Textual 4ª dice:

"Pondré enemistad entre ti y la mujer, Y entre tu simiente y su simiente: Él mismo te aplastará la cabeza cuando tú hieras su calcañar"

 

 

Las Constelaciones en la Biblia Hebrea

Es el Libro de Job donde se mencionan algunas constelaciones y estrellas comenzamos primero por:

 

Constelación Ash

Las palabras hebreas ʽAsh y ʽÁ·yish, así como otros términos, al usarlas en relación con el Sol, las estrellas y el cielo indica que aplican a alguna constelación. (Cf. Job 9:7-9; 38:32, 33.) Hoy es imposible determinar a qué constelación se refieren y por eso es más seguro transliterar el nombre (como en nuestro encabezamiento), más bien que traducirlo por nombres específicos, tales como “Arcturo” (Val, 1909) (gr. Ar·któu·ros, que literalmente significa: “Guardián de la Osa”) u “Osa” (NC).

 

El hecho de que en Job 38:32 se haga mención de Ash “al lado de sus hijos” refuerza la creencia de que se trata de una constelación. El punto de vista más generalizado es que pudiera tratarse de la Osa Mayor, ya que esta tiene 7 estrellas principales a las que se podría considerar “sus hijos”. El aspecto importante del texto no es la identificación precisa de la constelación, sino la pregunta que en este se plantea: “¿Puedes guiarlos?”. De este modo el Elohím del Universo destaca ante Job su sabiduría y poder como Creador, ya que es totalmente imposible para el hombre controlar los movimientos de esos inmensos cuerpos estelares.

 

Constelación Kesil

(heb. kesíl, “estúpido”).

Aunque esta palabra se usa muchas veces en su primera acepción de “estúpido” (compárese con Sal 49:10; 92:6; Pro 1:22), en cuatro pasajes (Job 9:9; 38:31; Amos5:8; Isaías 13:10 [en plural]) el contexto indica que se refiere a un cúmulo o grupo de estrellas.

 

Normalmente se cree que este término aplica a Orión, llamada también “El Cazador”, una constelación fácilmente visible y en la que se encuentran las estrellas gigantes Betelgeuse y Rigel. La Vulgata latina tradujo kesíl por “Orión” en Job 9:9 y Amós 5:8. La mayoría de las traducciones siguen a la Vulgata y consideran que kesíl se refiere a Orión. Los tárgumes antiguos y la Peshitta siríaca dicen “gigante”, lo que corresponde con el nombre árabe para la constelación Orión: gabbar, “El Fuerte” (su equivalente hebreo es: gibór).

 

El término se usa en Amós 5:8 en relación con la censura que se da a Israel por no buscar al Elohím verdadero YHVH, el Hacedor de las constelaciones celestiales. En Isaías 13:9, 10 se usa el plural kesilehém (sus constelaciones de Kesil) en relación con el día de YHVH, cuando las naciones altivas y orgullosas serán abatidas y los cuerpos celestes dejarán de despedir luz.

 

Constelación Qimah

Este término se usa en Job 9:9; 38:31 y Amós 5:8 con referencia a una constelación celestial. Por lo general se cree que se refiere a las Pléyades, un grupo de estrellas formado por siete grandes astros y otros de menor tamaño, envuelto en una materia nebulosa y situado a unos 380 años luz del Sol. En Job 38:31 YHVH le pregunta a Job si puede “atar firmemente los lazos de la constelación Qimah”. Hay quien relaciona este detalle con la imagen compacta que ofrece el cúmulo de las Pléyades, uno de los grupos de estrellas que mejor se divisa a simple vista. Aunque no se puede precisar cuál es la constelación a la que aquí se alude, el sentido de la pregunta pretende plantear si un simple hombre es capaz de juntar estrellas para formar con ellas una constelación permanente. Así, por medio de esta pregunta, YHVH le hizo patente a Job la inferioridad del hombre en comparación con el Soberano Universal y Creador.

 

Constelación Mazarot

El tárgum arameo identifica Mazarot con el término mazalót, que aparece en 2 Reyes 23:5. Hay quien cree que la palabra en cuestión se deriva de una raíz que significa “rodear” y que Mazarot se refiere a la zona celeste del zodiaco. Sin embargo, en la expresión “a su tiempo señalado”, registrada en Job 38:32, se utiliza un pronombre hebreo en singular, mientras que el término de 2 Reyes 23:5 está en plural. Por consiguiente, parece ser que Mazarot hace referencia a una constelación en particular más bien que a todo el zodiaco, si bien en la actualidad no es posible determinar a ciencia cierta de qué constelación se trata.

 

En Job 38:32, YHVH le pregunta a Job: “¿Puedes hacer salir la constelación Mazarot a su tiempo preciso? Y en cuanto a la constelación Ash al lado de sus hijos, ¿puedes guiarlos?”. Por lo tanto, sea cual sea la identificación de estas constelaciones en particular, Elohím le pregunta a Job si puede controlar los cuerpos celestes visibles, haciendo salir a cierto grupo en su estación apropiada o conduciendo a otra constelación en la trayectoria celeste que tiene prescrita.

 

 

LAS CONSTELACIONES EN EL LIBRO DE ENOCH

 

Es interesante de que Semihazah (hebreo: שמיחזה, griego: Σεμιαζά; también Shemyazaz, Sêmîazâz, Semjaza, Samjâzâ, Shemihaza, Shemhazai) es un ángel caído, voz cantante del grupo de 200 ángeles que bajaron en el Monte Jermón según el epigráfico Libro de Enoch 6:3 y pertenecientes a los Grigori, los ángeles "Vigilantes". Se dice que está colgado entre la Tierra y el Cielo, y forma la constelación de Orión.

 

Por otra parte el “IV Libro de Enoch”, versa sobre el cambio de las luminarias celestiales o “libro astronómico”, capítulos 72 – 82, escrito probablemente durante los siglos II y I a. C. Es un libro histórico, pero “apócrifo”, y no fue considerado válido por los cánones Alejandrino ni Palestino de ambas Biblias. Sin embargo era bien leído por muchos e incluso por Judas el medio hermano del Señor y discípulo que escribió su “carta” canónica.

 

Según dicho documento, el ángel Uriel, siervo del Señor de los Espíritus y guía de las luminarias celestes, le “reveló” a Enoc, 7º en la línea desde Adán las leyes como son “exactamente”, “como se observan todos los años del mundo, hasta la eternidad”.

Al leer dicho libro, cierto día dio inicio el “rosh–jodesh”, cabeza o inicio de mes, del “primer mes”, durante el equinoccio de primavera, cuando el “yom” (día) dura 9 partes, al igual que la noche. El Sol “nació” asomándose por la 4ª puerta de oriente y se ocultó por la 4ª puerta poniente, seguido por una imponente luna llena. Durante 30 días el Sol nació por la cuarta puerta, al final de los cuales inició el “2º mes” y, para entonces, el día se alargó durando 10 partes y la noche duró menos: 8/9. El Sol en este “2º mes” se había movido para nacer 30 mañanas por la 5ª puerta de oriente, cruzar el cielo y acostarse en la 5ª puerta del poniente. Así, el Sol se desplazaba hacia el norte, naciendo la mañana que dio inicio al “3º mes” por la 6ª puerta durante 31 mañanas, momento en que alcanzó el Solsticio de Verano, el día de máxima duración, el doble de la noche, 12 partes contra 6 partes, cambiando de “moedín” (estación).

 

El valor del libro de Enoch es que establece para el judaísmo 1 año con 4 estaciones reguladas por los equinoccios y solsticios. Además, cada estación tiene 2 meses de 30 días y 1 mes de 31; estableciendo el año en 364 días, exactamente 52 semanas de 28 días, algo muy apropiado para celebrar el Shabbat. (En este año judío, el 1er. mes coincide con el principio de la primavera, ello explica por qué, aún hoy, el 7º mes es septiembre, el 8º es octubre, el 9º es noviembre y el 10º es diciembre.)

 

El Libro de Enoc es nuestro “testigo estelar” porque su autor usa el simbolismo explícitamente, incluso da los nombres de las estrellas. Veremos de aquí en adelante que no solo Enoc testifica de las constelaciones, sino que las constelaciones son otro testigo del Libro de Enoch. 

     Un punto clave es que el Libro de Enoc declara que un ángel mostró a Enoc como dibujar las figuras de las constelaciones:

 

Porque los signos, los tiempos, los años y los días me los mostró Uriel, el Vigilante a quien el Señor de gloria ha encargado de todas las luminarias (Enoc 75:3)

 

Por tanto, esta escritura declara que las constelaciones no eran producto de la mente de hombres sabios, aún como Enoch, sino que un ángel las reveló a Enoch. Cuando él vió las señales reveladas de las constelaciones en los cielos, exclamó:

 

“bendije todo el tiempo al Señor de Gloria, que ha realizado grandes y magníficos prodigios [“señales”] para mostrar la grandeza de su obra a los ángeles, a las almas de los hombres, para que ellos puedan alabar sus obras, toda su creación, para que puedan ver la manifestación de su poder y alaben la grandiosa obra de sus manos y le bendigan por siempre.Enoc 36:4

 

Podemos ver lo parecido que es este versículo a los Salmos que dicen que los cielos declaran el esplendor del Elohím. Cuando Enoch entendió el significado verdadero de las constelaciones él bendijo al Señor de gloria por haber hecho esas “magníficas señales” 

 

Pero realmente algo malo ocurrió con la receta estelar de esta “ley para la eternidad”. Quizá un meteorito o algún cataclismo cósmico tergiversó las órbitas y alteró la elíptica.

 

Hoy, nuestros astrónomos definen un día solar promedio como el lapso de tiempo que le toma al Sol pasar por dos meridianos superiores consecutivos (cenit del lugar), distinto al día sideral que toma una estrella en paso por el cenit como referencia en lugar del Sol).

Hay mitos culturales que atribuyen a la influencia de la luna el ciclo menstrual, según lo cual todas las mujeres serían regulares y tendrían sus días rojos cada 28 días. Es un hecho que las mujeres no se ajustan para nada a la “regla” de 28 días del mes, y aunque es lo mismo pero diferente, cada una tiene su propia regla irregular, valga la paradoja.

La rebelde luna de hoy contradice la receta original de Uriel. La Luna tiene su propio mes: el “sinódico”, definido por los astrónomos de hoy como el período que transcurre entre dos mismas fases consecutivas de la Luna. Su duración aproximada ha sido medida en 29.53 días solares medios [1].

 

El Islam, fiel a la Luna, tiene un año de 12 meses, pero el mes empieza unos 2 días después de la luna nueva, cuando comienza a verse el creciente lunar, por eso los musulmanes tienen un año de 29.53*12 = 354.36 días.

Astronómicamente el “año sideral” es el tiempo que trascurre entre dos pasos consecutivos de la Tierra por un mismo punto de su órbita, tomando como referencia a las estrellas, y dura 365.256363 días solares medios. El “año trópico” tarda 365.242189 días solares medios en ir de uno al otro equinoccio. Hay entonces una pequeña diferencia de 0.014174 días (20:24.63 minutos), pero es importante porque produce la precesión de los equinoccios y significa que la órbita solar de la Tierra tampoco es fija con respecto a las estrellas y gira una vez cada 25 mil 776 años, generando 12 “Eras Zodiacales” de 2.148 años cada una. Eso marca el Punto Vernal antes llamado de “Aries”, desplazado hoy hacia la era de acuario: ¡la Nueva Era!

 

Es importante señalar que este descubrimiento no es nuevo: Hiparco de Nicea fue el primero en dar el valor de la precesión de la Tierra y las observaciones astronómicas atribuidas a él por Claudio Ptolomeo datan del 147 al 127 a. C. y son contemporáneos con el Libro de Enoch. Otros historiadores sostienen que este fenómeno ya era conocido, al menos en parte, por el astrónomo babilonio Cidenas, quien habría advertido este desplazamiento en el año 340 a. C.

 

Debido a que el eje de rotación de la Tierra está inclinado (actualmente) unos 23.50° – 23.27º grados (aproximadamente) con respecto al plano de la órbita que describe alrededor del Sol, la descripción enochiana de estaciones del sol funciona sólo para el hemisferio Norte.

 

Enoc 72:26 dice: “En ese momento la noche se ha alargado hasta llegar a ser 2 veces el día: la noche equivale exactamente a 12 partes y el día a 6”. Esta singular declaración para los solsticios, cuyas duraciones día versus noche son dobles, 12/9 vs 6/9, que equivale a 16 horas versus 8 horas “exactas”, hoy no resultan ciertas sino exclusivamente para los lugares del planeta Tierra ubicados a una Latitud Norte entre 47°42’36” y 44°48’0” grados, con alturas de 0 a 2,500 metros sobre el nivel del mar… o sea que la Ley de las Luminarias de Uriel sirve para La Borgoña Francesa, Zúrich o Berna en Suiza, Austria, Zagreb en Croacia, Budapest en Hungría, Sebastopol en Crimea, Kazajistán, Mongolia, Alguna Isla al norte de Hokkaido en Japón, o el Norte de E. U. (Washington, Montana, Dakota del Norte, Minessota o Winsconsin), Montana en Canadá o  Nueva Escocia… donde al parecer no hay pirámides ni templos astronómicos (Stonehenge está más al norte en Lat 51°10”44” Nte.).

 

Otro detalle que “se le pasó” a Uriel, o se lo cambiaron después, es que el eje de rotación terrestre, que ahora apunta al Norte cerca de Alfa Ursa Minor o Polaris, en otras épocas estuvo (y volverá a estar dentro de 12.000 años) apuntando a la estrella Vega

 

Resulta que el eje se bambolea, incluso por pérdidas de masas de hielo debidas a cambios climáticos, y al cambiar la orientación Norte, cambian los marcadores horarios para los relojes de Sol. Tómese en cuenta, por ejemplo, que actualmente, las pirámides están desfasadas al Este: Teotihuacán, 15°, Chichén Itzá, 24°; y la esfinge de Egipto 3°, y ya no están alineadas al Norte astronómico. Es curioso notar que la gran pirámide de Giza y el templo de Kalasasaya en Tiahuanaco, Bolivia, con Latitud 16°33’17” Sur, sí están alineadas al Norte astronómico actualmente. En Tiahuanaco hay 7 y no 6 puertas, las cuales están alineadas de Este a Oeste y no de Sur a Norte. ¿Dónde se construyeron las puertas de Enoch?

 

Parece que alguien le complicó tanto las cuentas al género humano, que ahora tenemos que andar haciendo ajustes a los diversos calendarios. En el calendario Juliano (en honor a Julio César y por quien renombraron los meses seis y siete como Julio y Augustus), tiene 3 años de 365 días y al cuarto año un bisiesto de 366 (en promedio 365.25, quedando “un poco pasado”, pues el año trópico tiene 365.242190402, días, por lo que cada 128.047564 años habría que quitar un día, y de allí que hacemos otro ajuste: cada 400 años quitamos un año bisiesto (Calendario Gregoriano). Los años cristianos o de la Era Común, terminados en dos ceros, como 1700, 1800, 1900, no serán bisiestos, excepto cuando el número sea divisible por 4, como el 2000 (quitamos un día cada 133.33 años, así que en el futuro habrá que hacer otro “pequeño ajuste” práctico).

Diversos astrónomos coptos, ortodoxos, cristianos, mesiánicos, judíos, musulmanes, chinos, iraquies, mayas, persas y romanos se rompieron la cabeza para cuadrar en números enteros o siquiera en fracciones las “maléficas” cantidades decimales y diseñaron cada quien su calendario. Por esa misma razón, los católicos, quienes tras el Primer Concilio de Nicea (año 325) adoptaron el ciclo de Metón, un astrónomo ateniense del 460 a.C. Metón observó que hay 235 lunaciones o meses sinódicos cada 19 años. O sea, coincide el año con la fase lunar cada 19 años (y según mis cuentas, dividiendo los días del año trópico entre los días de la fase lunar, tenemos los meses sinódicos al año, no es un número entero, realmente son 235.001748, pero es más preciso tomar 7,149.000544 lunaciones cada 578 años, o 28,361.000426 lunaciones cada 2,293 años).

Mientras el frustrado Uriel y su anónimo y ficticio maestro de obras enochiano soñaron que cada año coincide el equinoccio con la luna llena, en realidad deben esperar siglos para volver a ver su anhelada coincidencia.

 

El catolicismo fija la fecha de la Pascua como el primer domingo después de la luna llena tras el equinoccio de primavera (19 – 22 marzo) en el hemisferio norte, y por eso cada año cambian su fecha de Semana Santa, por eso los católicos nunca verán un domingo de resurrección (22 marzo – 25 de abril) con luna llena en el equinoccio de primavera, porque la norma actual es hacerla tras y no EN el equinoccio, esperar el plenilunio y hacerla al domingo siguiente. Por ejemplo, los más próximos fueron los domingos 23 de marzo, que cayeron en 1913 y 2008, o el domingo 22 de marzo que cayó en 1818 y no volverá a ocurrir hasta el domingo 22 de marzo del 2285., De forma semejante para los judíos: es difícil que coincida un equinoccio con luna llena en shabbat.

 

En conclusión, el hombre no puede precisar con exactitud las órbitas elípticas, los ejes de inclinación, ciclos de precesión, rotación, traslación, precesión, nutación y bamboleo de Chandler, la deriva continental, declinación del campo magnético y otras preciosidades causadas por el pecado de Shemihaza que pueda realizar un calendario preciso. Es muy difícil o inseguro en su totalidad realizar cálculos exactos, en realidad solamente el Calendario celestial de YHVH es el realmente exacto.  

 

Yeshúa dijo con razón, que “al hombre no le pertenece saber los tiempos y sazones que el Padre ha reservado en Su jurisdicción” (Hechos 1:7).  YHVH realmente no quiso revelar a los humanos estas cosas, castigando el pecado de Panamu’el, quien según Enoc 69: 9,10 “les enseñó a los humanos a escribir con tinta y papiros y son muchos los que se han descarriado a causa de ello, desde el comienzo hasta este día,” y  “porque los hombres no han sido traídos al mundo con el propósito de afianzar su creencia en la tinta y el papel”.

 

NOTAS: 

[1] Un día solar medio equivale a 24 horas de 60 minutos, cada hora con 60 segundos cada minuto, dando un total de 86 mil 400 segundos por día. Un segundo es la duración de 9, 192’ 631, 770 oscilaciones de la radiación emitida en la transición entre los 2 niveles hiperfinos del estado fundamental del isótopo 133 del átomo de cesio (133Cs), a una temperatura de 0° K.

 

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